Segundo o Dicionário Houaiss (Circulo de Leitores, 2003), a milonga é canto e dança populares que apareceu nas cercanias de Buenos Aires e de Montevideu nos finais do século XIX, inspirados na habanera cubana e no tango espanhol e absorvidos pelo tango argentino. É música platina de ritmo dolente, cantada com acompanhamento de guitarra ou violão.
Jorge Luis Borges |
A Wikipédia (a enciclopédia livre que esporadicamente consultamos, para casos como este), diz-nos que é “o ritmo nacional da Argentina, do Uruguai e do Rio Grande do Sul. É também conhecida por Molonga”. Ainda segundo a mesma, existem “versões que atribuem origem africana, tanto que defendem que o termo milonga significaria "palavras" em Bantu”. E acrescenta: “Tradicionalmente, numa milonga baila-se o Tango, a milonga e o vals cruzado, ou vals argentino (uma variante da valsa Vienense). Outros ritmos típicos que se podem encontrar numa milonga, são chacarera e a zamba".
Vitor Ramil, músico brasileiro, lançou em 1997, um CD (Ramilonga - A Estética do Frio), onde musicou alguns poemas do poeta gaúcho de tradição oral João da Cunha Vargas (1900-1980), mas sobretudo, vários do escritor erudito argentino Jorge Luís Borges. Borges bem tentou ser, nestas, um poeta popular, mas a sua erudição não deixou.
Em entrevista à TSF (10-1-XII), Ramil disse ir repetir o espectáculo em Portugal e irá relançar uma nova versão do disco.
Aqui deixamos quatro milongas de Jorge Luís Borges, musicadas por Vitor Ramil, que podem ser ouvidas neste endereço:
Milonga de Manuel Flores
Manuel Flores va a morir,
eso es moneda corriente;
morir es una costumbre
que sabe tener la gente.
Y sin embargo me duele
decirle adiós a la vida,
esa cosa tan de siempre,
tan dulce y tan conocida.
Miro en el alba mis manos,
miro en las manos las venas;
con estrañeza las miro
como si fueran ajenas.
Vendrán los cuatro balazos
y con los cuatro el olvido;
lo dijo el sabio Merlín:
morir es haber nacido.
¡Cuánto cosa en su camino
estos ojos habrán visto!
Quién sabe lo que verán
después que me juzgue Cristo.
Manuel Flores va a morir,
eso es moneda corriente:
morir es una costumbre
que sabe tener la gente.
Milonga De Albornoz
Alguien ya contó los días.
Alguien ya sabe la hora.
Alguien para Quien no hay
ni premuras ni demora.
Albornoz pasa silbando
una milonga entrerriana;
bajo el ala del chambergo
sus ojos ven la mañana.
La mañana de este día
del ochocientos noventa;
en el bajo del Retiro
ya le han perdido la cuenta
de amores y de trucadas
hasta el alba y de entreveros
a fierro con los sargentos,
con propios y forasteros.
Se la tienen bien jurada
más de un taura y más de un pillo;
en una esquina del sur
lo está esperando un cuchillo.
No un cuchillo sino tres
antes de clarear el día,
se le vinieron encima
y el hombre se defendía.
Un acero entró en el pecho,
ni se le movió la cara;
Alejo Albornoz murió
como si no le importara.
Pienso que le gustaría
saber que hoy anda su historia
en una milonga. El tiempo
es olvido y es memoria.
Milonga Del Infiel
Desde el desierto llegó
En su azulejo el infiel;
Era un pampa de los toldos
De pincén o de catriel.
Él y el caballo eran uno,
Eran uno y no eran dos.
Montado en pelo lo guiaba
Con el silbido o la voz.
Había en su toldo una lanza
Que afilaba con esmero;
De poco sirve una lanza
Contra el fusil ventajero.
Sabía curar con palabras,
Lo que no puede cualquiera.
Sabía los rumbos que llevan
A la secreta frontera.
De tierra adentro venía
Y a tierra adentro volvió;
Acaso no contó a nadie
Las cosas raras que vio.
Nunca había visto una puerta,
Esa cosa tan humana
Y tan antigua, ni un patio
Ni el aljibe y la roldana.
No sabía que detrás
De las paredes hay piezas
Con su catre de tijera,
Su banco y otras lindezas.
No lo asombró ver su cara
Repetida en el espejo;
La vio por primera vez
En ese primer reflejo.
Los dos indios se miraron
No cambiaron ni una seña.
Uno —¿cuál ?— miraba al otro
Como el que sueña que sueña.
Tampoco lo asombraría
Saberse vencido y muerto;
A su historia la llamamos
La conquista del desierto.
Milonga Jacinto Chiclana[1]
Me acuerdo, fue en Balvanera,
en una noche lejana,
que alguien dejó caer el nombre
de un tal Jacinto Chiclana.
Algo se dijo también
de una esquina y un cuchillo.
Los años no dejan ver
el entrevero y el brillo.
¡Quién sabe por qué razón
me anda buscando ese nombre!
Me gustaría saber
cómo habrá sido aquel hombre.
Alto lo veo y cabal,
con el alma comedida;
capaz de no alzar la voz
y de jugarse la vida.
(Recitado)
Nadie con paso más firme
habrá pisado la tierra.
Nadie habrá habido como él
en el amor y en la guerra.
Sobre la huerta y el patio
las torres de Balvanera
y aquella muerte casual
en una esquina cualquiera.
Sólo Dios puede saber
la laya fiel de aquel hombre.
Señores, yo estoy cantando
lo que se cifra en el nombre.
Siempre el coraje es mejor.
La esperanza nunca es vana.
Vaya, pues, esta milonga
para Jacinto Chiclana.
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